Con frecuencia al preparar un
discurso, charla, ponencia, o alegato, etc., prestamos
atención al contenido, al volumen y tono de voz, pero rara vez nos acordamos del potencial
comunicador de nuestras manos.
De modo que ya metidos de lleno
en nuestro discurso nos preguntamos “¿Dónde pongo mis manos?,
¿qué hago con ellas?, ¿me agarro al atril?.
Las manos hablan por nosotros y
apoyan lo que estamos diciendo. Lo importante es que lo que dicen coincida con el mensaje que transmitimos.
Numerosos estudios hablan del
lenguaje no verbal y del poder de los gestos y expresiones corporales. Pero
claro, bien utilizados, es decir de
forma sutil y no palmoteando excesivamente o repitiendo gestos sin sentido.
Lo que resulta especialmente útil si percibimos que el público no está prestándonos
atención o tan solo lo hace una parte.
Se trata de gesticular de forma natural.
Al igual que se regula el volumen
de la voz y el tono, debo regular la
amplitud y velocidad de mis manos.
- Si las dejamos inmóviles, nos vemos tensos e inseguros,
- Si hacemos gestos muy rápidos o amplios, parecemos dispersos o poco preparados, y
- Si dejamos que vayan al ritmo de nuestras palabras seremos tres veces más convincentes.
Y esto es importante para aquellas profesiones en las que
persuadimos para ganarnos la vida.
LOS GESTOS AYUDAN a mis oyentes
- Debo gesticular, haciendo un gesto soy más persuasivo que no gesticulando.
- Debo evitar un gesto que me señale a mí mismo, si lo hago creo impresiones más bajas de competencia como orador.
- Debo utilizar gestos vinculados a la palabra, no simples movimientos sin significado, porque el oyente los ve como más eficaces y serenos.
LOS GESTOS AYUDAN al que expone alguna idea o proyecto
- Debo usar gestos al explicar un concepto, porque facilitan una mejor comprensión y aprendizaje.
- No debo abusar de los estos con los que me encuentre bien, porque a menudo no trasmiten nada, ni debo repetir el mismo gesto una y otra vez.
Hay gestos que de forma innata utilizamos y estos son los
que debemos emplear, y no gestos forzados e incómodos, ya que son lo contrario
de la persuasión natural que deseamos trasmitir.
Por ejemplo,si tenemos que enumerar una serie de ideas o puntos de nuestro discurso o alegato podemos apoyarnos contando con los dedos a medida que mencionamos cada uno de ellos, de izquierda a derecha (en el orden invertido al natural, porque es la imagen correcta para el receptor de nuestra presentación o alegato).
Por ejemplo,si tenemos que enumerar una serie de ideas o puntos de nuestro discurso o alegato podemos apoyarnos contando con los dedos a medida que mencionamos cada uno de ellos, de izquierda a derecha (en el orden invertido al natural, porque es la imagen correcta para el receptor de nuestra presentación o alegato).
Si extendemos una o ambas manos en una posición neutral, con los dedos juntos y el pulgar ligeramente hacia arriba trasmitimos honestidad (alegato/ presentación/ discurso), o predisposición para escuchar (negociación/mediación).
Hay varias reglas a seguir, según resulta del experimento de los investigadores italianos Maricchiolo, Gnisci, Bonaiuto y Ficca (2009) y Cook, Mitchell y Golden-Meadow (2007), que analizaremos en otro post acerca de otros gestos persuasivos.