A menudo nos
encontramos con profesionales en cualquier sector que son estupendos especialistas en su
materia, pero que al exponer sus argumentos ante los demás resultan
titubeantes, monótonos o incluso
aburridos.
Entre los abogados existe incluso
una leyenda urbana que habla con total naturalidad de la costumbre de algunos de tomar algún relajante antes del inicio de un juicio.
Esto es muestra
del nerviosismo propio de los profesionales ante algo para lo que en los cursos
académicos no hemos sido preparados en muchos casos: la
exposición oral.
La pregunta es como suplir esta falta de
preparación.
Un primer recurso sería acudir a las lecturas especializadas donde podemos encontrar respuesta a gran parte
de nuestras dudas y a la inestimable ayuda de internet, que nos ofrece múltiple y variada información.
Recomiendo el
uso de ambas, para ir poco a poco aprendiendo de forma entretenida a enfrentarnos a cualquier exposición oral. También existe numerosa oferta presencial y on line de cursos sobre la materia.
Aplicando pequeños
trucos podemos mejorar enormemente.
Podemos por ejemplo partir de 3
herramientas sencillas y aplicarlas:
Las pausas, la brevedad y el esquema
claro de lo que pretendemos exponer.
Todos sabemos utilizarlas, se
trata de acordarnos de ellas.
Hablemos de LAS PAUSAS.
Con ellas podemos crear momentos de
tensión o llamar la atención del oyente en medio de la disertación o alegato.
Y esto puede resultar útil al OYENTE para asimilar el contenido, especialmente si es
complejo.
Y al ORADOR para:
- Marcar las partes en que se divide la exposición
- Enfatizar y reforzar el contenido
Y le permiten pensar, siempre que el
silencio no se alargue mucho, claro.
Recuerdo la anécdota de un novio que en su despedida de soltero la víspera de su boda, y sin saberlo la novia, se apostó con sus amigos que permanecería 15 segundos sin contestar cuando el sacerdote le preguntase si la tomaba como esposa. Aquello duró una eternidad para todos los presentes, novio incluido.
En un contexto de trabajo, la pausa larga unida a un tono
monótono en el discurso, produce también efectos indeseables: el adormecimiento del auditorio.
Por tanto más de 5 segundos, en uno y otro contexto, es
antinatural.
Del mismo modo hacerla excesivamente breve trasmite inseguridad o
precipitación.
Tampoco debemos abusar con el efecto dramático que la pausa produce cuando la empleamos por ejemplo:
- en un juicio, tras nombrar a “víctimas o perjudicados”,
- o en una presentación, tras formular una pregunta a la audiencia.
En el alegato podemos usar silencios:
- después de la introducción y antes de las conclusiones
- en las transiciones de las diferentes partes de los argumentos.
En exposiciones ante un grupo de personas:
- Antes y después de introducir nuevos conceptos
- Al mencionar ideas clave
- Antes y después de la frase final
- Tras escuchar una pregunta del público
- Después de una interrupción para captar la atención de nuevo
No se trata por tanto de forzar las pausas sino de utilizarlas para que el oyente asimile mejor el contenido y para mostrar reflexión, confianza y tranquilidad en el orador.